ME GUSTA NUEVA YORK (HABLA UNA MILLENNIAL)

Me gusta Nueva York, porque un día, hace como tres noches, estaba yo sentada en el metro, y como siempre rodeada de al menos ocho culturas y nacionalidades distintas. De pronto veo a un hombre afroamericano sonriéndole a un bebé de meses que iba en un coche al lado de sus padres colombianos. (Pausa)… Una vez alguien me dijo que los bebés causaban mucha ternura y te derretían de amor, porque estaban recién llegados de ese lugar de donde todos venimos, y observar su esencia te hacía recordar y sentirlo de nuevo… (Continuemos) Él le sonreía y hacía muecas, la bebita se reía, así como diciéndole al mundo “métete tu racismo y xenofobia por donde te quepa, de donde yo vengo, todos nos reímos y amamos así”.
Otro acontecimiento paralelo y casi inmediato sucedió cuando, al voltear hacia el otro lado del vagón veo a una familia asiática (padre, madre y adolescente), bromeando entre ellos para turnarse los asientos. El episodio fue tan divertido, que, además de disfrutar viéndolos reír, me percato que dos hombres de etnia árabe estaban frente a ellos riendo también de ver aquello. Y me dije a mí misma: What a wonderful world! What a wonderful New York!
La cosa con Nueva York es que si eres de esos soñadores irremediables, que tienes fe y crees en la humanidad, te va a enamorar apasionadamente y sin retorno, porque aquí en esta ciudad, alguien decidió tomar una pequeña muestra de todas las culturas del mundo y experimentar como se comportaban juntas en un ambiente neutral.
El resultado, en base a mi punto de vista, es una escuela natural de tolerancia, que a su vez proyecta un crecimiento personal e intercultural que ninguna universidad del mundo te puede dar. Y es que la tolerancia no se aprende, se practica, y Nueva York es un campo de práctica diaria.
En esta ciudad no hay espacio para los excluyentes ni radicales, aquí solo aprenden a convivir personas que creen en la evolución universal, y a las cuales hace rato se les pasaron esas “raras” creencias de discriminación y xenofobia. Aquí nadie pertenece y todo el mundo pertenece al mismo tiempo. Nueva York te enseña a respetar la verdadera esencia del ser humano. Y muchos pensarán lo contrario, muchos dirán que la gente aquí es mala y maleducada, pero todo depende de cómo lo veas: ¿qué es ser “malo” para ti? Yo decido abrir la mente y darme cuenta que nadie es bueno ni malo, que no todo es blanco y negro, que hay grises, pieles, idiomas y creencias distintas, y ¡qué maravillosa tal diversidad!
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