Situación en Venezuela

He tenido semanas de silencio. Primero por motivos personales; un encerramiento en mi misma, de esos que necesitas de vez en cuando, más de “vez” que de en “cuando”. El trabajo interno es una pelea diaria, y lo es porque es una batalla contra ti mismo. Contra ti, tus miedos, tus prejuicios, tus creencias, tus patrones. Y pienso que la peor pelea que puedes tener en la vida es contigo mismo, simplemente porque nunca vas a poder escapar de ella. Entonces te va a tocar o seguir luchando por escapar o aceptar toda tu sombra hasta que llegues a un entendimiento con ella y puedan vivir ambos en paz.

Aún así, el trabajo no termina ahí porque vivir en paz amerita seguir trabajando a diario por mantenerte en paz y no dejar que ni tu sombra ni ningún agente externo te la quite. Esa es la parte difícil. Además, serás probado múltiples veces en la vida, porque al final, creo que de eso se trata, de seguir demostrando de qué estás hecho y de qué manera estas dispuesto a vivir los años que tengas pactado vivir en este planeta.

La segunda razón que me ha mantenido tan calladita es la situación que está viviendo mi país Venezuela. No se puede tapar el sol con un dedo y a todos aquellos que nos duele ese pedazo de tierra que nos vio nacer nos afecta el momento oscuro por el que atraviesa.

Me encanta pensar, y estoy muy convencida, que los países al igual que las personas, experimentan momentos de oscuridad y luz para que sus ciudadanos aprendan una lección definitiva y significativa para el rol que a esa nación le toca jugar en el mundo. Esto llevo pensándolo desde hace un tiempo ya, y es mi manera de ser resiliente antes las atrocidades que han estado sucediendo en Venezuela desde hace años. En este post no pretendo ponerme a echarle la culpa a nadie, para eso hice este video de catarsis en mi canal de YouTube. Todos hemos tenido culpa si permitimos que el rencor se apodere de nosotros. Pero al mismo tiempo somos humanos y sabemos que es difícil. Que cuando se siente rabia oprimida en el pecho hay que dejarla salir. Y luego meditar cual es la mejor manera para hacerle frente a tanto despecho.

Y hablo de despecho porque me uno a los millones de venezolanos que declaran a diario su amor por Venezuela públicamente. Porque a este punto Venezuela se convirtió en ese amor imposible, ese final bonito que buscamos desesperadamente, esa ilusión y esperanza que nos mantiene vivos. Ese deseo que quema y nos saca lágrimas de dolor pero que son de amor al mismo tiempo por nuestro pedacito de tierra en forma de elefante. Ese que pintamos  y dibujamos con líneas torcidas varias veces cuando eramos niños. En la misma época en la que entonábamos el himno nacional cada mañana desconociendo que algún día cantarlo nos daría tantas ganas de llorar.

Venezolanos que me leen, nos queda solo seguir siendo resilientes, pararnos una y otra vez, seguir recibiendo golpes duros y resistiendo hasta lograr la tan anhelada paz. Pues los sueños se trabajan y construyen. Las batallas no han sido menos fáciles para los que estamos afuera, mucho menos para los de adentro, tampoco los que han perdido a alguien en el medio de esta dictadura ni tampoco para aquellos que hoy están presos (físicamente porque su moral permanece). Pensemos que estas mismas batallas fueron las que una vez libraron nuestros libertadores. Y que por algo fue nuestra patria la que parió tantos héroes de la independencia. Es el momento de demostrar que venimos de la misma cepa.

Nadie baja la cabeza aquí, nadie baja la moral. Aquí todos estamos juntos resistiendo, porque vale la pena, porque sabemos que Venezuela siempre valdrá la pena.

#TeAmoVenezuela

Foto: @myviewbydr

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