
Eran cerca de las 5am cuando confirmamos lo que esa noche no nos dejaba dormir, ya nos habíamos hecho una primera prueba hacía una semana pero esta fue la definitiva: estaba embarazada. Y de pronto empiezo a llorar, mi sueño más anhelado se hacía realidad.
Siempre supe que quería ser mamá pero postergué por mucho tiempo el serlo, primero por no encontrar al hombre correcto que sería el padre de mis hijos, y después de encontrarlo, quise disfrutar un tiempo con él a solas. Sabía que una vez que mis hijos estuviesen en mi vida, ya mi vida no sería mía, estaría principalmente dedicada a ellos, en total entrega.
Soy de ese tipo de mujeres, si es que hay más así, que en universidad se pensaba dos veces de hacer algo “loco” o “inmoral” porque pensaba que más adelante no tendría derecho de exigirle a sus hijos que no lo hicieran. Si, desde ese entonces yo estoy viviendo para ser ejemplo de mis hijos. Y no fue que me privé de hacer cosas, hice todo lo que quise hacer pero con responsabilidad, aunque estoy segura que mis hijos por ahí algún día se sorprenderán de las cosas que hice.
Siempre tuve a mis hijos presente, aunque para esa época ellos parecían estar muy alejados de mi realidad. Y es que a las mujeres de esta generación se nos enseña a evitar el embarazo no deseado a como de lugar, y nos llenan de pastillas y otros métodos que afectan nuestra salud para lograrlo. Pasamos tanto tiempo en nuestra juventud deseando no quedar embarazadas que cuando llega el momento de quedar, nos cuesta mucho. De allí tantos problemas de infertilidad, y es que nos acostumbramos a decirle a nuestro cerebro y cuerpo que no queremos hijos por tanto tiempo, que luego cambiarle las señales se nos complica.
En mi caso, no tuve problemas de infertilidad aunque si postergué lo más que pude mi embarazo. Pero un buen día de cuarentena, soñé con mi bebé y lo quise tener ya. Era Luna Nueva en Tauro cuando lo manifesté y específicamente dije “quiero un hijo biológico”, cosa que jamás había hecho o dicho antes de manera tan contundente. Y estoy segura, fue alrededor de esa luna, que me quedé embarazada. Ya me había cantado un pajarito que mis hijos venían de la constelación de Tauro.
¿Y ahora qué?
Me tocó vivir mi primer trimestre en medio de la etapa más fuerte de la pandemia, que nos agarró en casa de nuestros suegros, pues nos mudamos de ciudad hace poco y la idea era pasar un mes allí mientras terminaban las renovaciones de nuestro hogar, pero justo en ese momento cerraron todo y los trabajos de remodelación pararon. Tuvimos que quedarnos donde mis suegros por casi 4 meses. Casi todo mi primer trimestre se sintió como el periodo más letárgico de mi vida. No paraba de dormir, me sentía pesada todo el tiempo y tomaba siestas de dos horas, para luego en la noche estar igual de cansada.
No me quejo, no tuve náuseas ni vómitos, si que tuve los pechos sensibles (aún los tengo) pero ningún síntoma extremadamente fuerte. El 21 de junio con el solsticio de verano, finalmente nos mudamos a nuestro hogar, poco después, arrancaba el segundo trimestre y festejábamos la noticia de que mi primer hijo sería varón. Mucha gente intuye que será, yo al principio soñaba mucho con una niña, pero mientras mi embarazo prosperaba sentía que podía ser el varoncito el primero en venir. Al reafirmarlo, me dije que no podía ser de otra manera, mi bisabuela, abuela, mamá y tías maternas, todas habían tenido un varón como primer hijo.
Te escribo esto en mi semana 25 de embarazo, ya a dos semanas de pasar al tercer trimestre. Y disculpa porque se que lo de las semanas es confuso jeje, pero una vez que estás embarazada créeme que vas a aprender a contar en semanas, porque cada una es diferente a la otra. Ya siento a mi bebé, se mueve mucho, sobre todo cuando voy a comer y me acuesto a dormir. Todo el embarazo hasta ahora ha sido una aventura.
Tengo dos corazones latiendo dentro de mi y solo puedo decirte que eso te hace sentir sagrada en muchos sentidos. El embarazo es una etapa confusa. Estás aprendiendo un montón de cosas que no sabías que tu cuerpo podía hacer. Yo resalto sobre todo la conexión tan increíble que empiezas a tener con tu cuerpo, porque quieras o no tendrás que escucharlo. Te hablará fuerte y claro y te asombrará lo que es capaz de hacer.
Gestar un ser humano no es tarea fácil pero créeme que es la tarea más hermosa que como mujeres podemos realizar. Es el legado que dejamos en el mundo, nuestra capacidad de dar a luz, traer un nuevo ser a este planeta. Y todo lo que pasa entre tanto vale la pena. Los síntomas fastidiosos, las noches de posiciones incómodas sin poder dormir, todo vale la pena. Aprenderás a amar de forma inconmensurada. Y desde el momento que te enteres que estás embarazada, aprenderás a vivir por dos, entendiendo que la palabra “sacrificio” y “amor” van de la mano, pues estarás dispuesta a todo por cuidar y proteger a ese ser que llevas dentro y tu cuerpo también.
Todo tu cuerpo cambia completamente para dedicarse al nuevo ser humano que viene, a nutrirlo, a cuidarlo y es una inteligencia natural lo que resulta de todo el proceso. Un proceso que no acaba en el parto, se extiende hasta meses más allá, donde aprendes de nuevo a relacionarte con tu bebé fuera del útero.
No tengo miedo porque sé que hay una fuerza universal mayor guiándome, porque los seres humanos hemos sabido hacer esto por miles de años, porque mi bebé también sabe lo que tiene que hacer y será un trabajo en equipo. No se que me espere en unos meses ni cómo saldrá todo pero siento que desde ya fluyo con cualquier escenario. Lo que suceda ya está escrito y fue pactado por el alma de mi bebé y la mía. ¡Deséenos suerte!
Amanda Rezende